La cooperación estadounidense para la población afrocolombiana no sigue todavía la concepción de su presidente.
En el Foro de la Sociedad Civil de la VII Cumbre de las Américas, en Panamá, Obama resumió un cambio de filosofía en la relación de su país con la sociedad civil de otras naciones. Dijo: "cuando ayudamos a una organización que está tratando de empoderar un grupo minoritario dentro de un país, no estamos haciendo eso porque sirva a nuestros propios intereses, sino porque creemos que es lo correcto hacer".
Se dirá que son bonitas palabras para ganar aplausos, pero el paso del unilateralismo al multilateralismo en el uso del poder militar, y en general su política exterior, le dan una cierta credibilidad a Obama.
Ese discurso en Panamá, en abril, dio en el punto de una carta de enero de tres organizaciones de la sociedad civil afrocolombiana a Usaid planteando un cambio de orientación de la ayuda, a partir de la experiencia con el Programa para Afrodescendientes e Indígenas, que ha ejecutado 62 millones de dólares de una subpartida específica del Plan Colombia.
El cambio es que la ayuda de EE. UU. subordine la lógica de su diplomacia pública a la lógica estratégica del grupo minoritario al que se apoya. "Queremos apoyo para nuestra estrategia en lugar de apoyar la estrategia del donante", se le dijo al subsecretario de Estado Blinken. En palabras de Obama, no privilegiar los propios intereses, sino los del grupo social a empoderar. Lo que al final sirve mejor al interés del país donante, así el cambio resulte mortificante porque se pierde poder (a cambio de influencia).
La diplomacia pública, como se practica, tiene un alto componente de relaciones públicas, de gestos simbólicos, de apariciones mediáticas, asociados a pequeños resultados en multitud de frentes para que "se vea" la ayuda. El interés estratégico de un grupo en desventaja en una sociedad necesita ciclos más largos, afectar variables que no dan prensa (y a veces apretar sin hacer bulla a ciertos actores), concentrarse en pocos objetivos de gran impacto. Son dos lógicas muy distintas.
Con el enfoque tradicional, los líderes del grupo son receptores de fondos que deben estar agradecidos. Con la filosofía de Obama, son interlocutores a cargo de una causa que se apoya. Es la diferencia entre empoderar o no. El liderazgo afrocolombiano consiguió la subpartida del Plan Colombia en Washington, pero la carta tuvo que pedir en Bogotá "una reunión trimestral de diálogo con el staff directivo de Usaid para intercambiar información y conceptos sobre el impacto de los programas", sin éxito. Para el poder rudo, "unos igualados". Para el poder blando, "estamos para servirles".
Usaid anotaba en su respuesta que "los cambios profundos en las condiciones de los grupos étnicos son responsabilidad de la sociedad colombiana en su totalidad". De acuerdo, pero la cuestión es si después de invertir más de 100 millones de dólares la población afrocolombiana sigue igual de débil para luchar por sí misma, podrá decirse que "hicieron lo correcto".
¿Cuándo volverá a disponerse de esa cantidad de recursos para producir un cambio cualitativo en la capacidad estratégica? La carta decía "no queremos dinero, queremos servicios". Continuará …
@DanielMeraV
Directivo de la Fundación Color de Colombia
nota original en El Espectador
Comentarios
Publicar un comentario