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"En Sudáfrica, el uso de la violencia se incrementó junto a la delincuencia común, después de un proceso de pacificación, las inequidades que provocaron primero la lucha armada, ahora provocan la violencia generalizada"
En estos momentos de ver tan real y cercana la posibilidad de firmar un acuerdo entre el gobierno colombiano y la guerrilla de las FARC, es necesario reflexionar en la necesidad de aplicar una estrategia de construcción de paz, aprendiendo lecciones de otros países como Sudáfrica. Colombia debe comprender una paz más allá de la academia, enfocada en los territorios, dónde las causas estructurales del conflicto se empiecen a superar y como sociedad se pueda pensar en una forma de resolver los problemas, lejos de la violencia.
"En Sudáfrica hemos aceptado que la violencia es la manera de resolver los conflictos", Garteh Newham, investigador en el Instituto de Estudios de Seguridad (ISS) de Johannesburgo.[1]
La sociedad armada y la violencia de género
En el proceso post apartheid en Sudáfrica no se estableció un plan para desarmar la vida civil y para superar la violencia de género.
El total estimado de armas de fuego (tanto licitas como ilícitas) pertenecientes a civiles es más de 3.400.000[2].
Las últimas estadísticas policiales indican que siete mujeres fueron asesinadas por día en promedio en 2011, Los especialistas en delincuencia estiman que una mujer es violada cada 17 segundos, lo cual convierte a Sudáfrica en la capital mundial de la violación, según Interpol (Policía Internacional). Incluso se estima que se denuncian menos de uno por ciento de los casos.[3]
Más de 6 millones de personas son seropositivos y el desempleo ronda en el 24%, ya no hay un apartheid declarado, pero sí un apartheid de desigualdad, en especial con las mujeres y los migrantes.
"El apartheid basado en la raza fue reemplazado por un apartheid basado en la clase social", dice Trevor Ngwane, uno de los que encabezan el movimiento anti apartheid económico en Sudáfrica
"La situación actual de Sudáfrica es sumamente complicada. La colonización y el posterior sistema de segregación racial hicieron que, la mayoría de los recursos, se concentraran en los blancos, situación que permanece inalterable. Paralelamente, más del 60% de la población vive bajo el límite de pobreza, mientras menos del 11% concentra la producción del país, el más rico del continente por sus riquezas naturales y su ubicación geográfica. "Es una mezcla única de primer y tercer mundo cuyo resultado, más que el segundo mundo, es la dualidad. Un país que reproduce dentro de sus fronteras la realidad global, los inaceptables desequilibrios entre países ricos -representados por los blancos de Sudáfrica- y los países pobres -en la figura de los negros-".[4]
Caso Colombia, lo que vendrá
[Después del acuerdo] la Violencia no desaparece, cambia. En un posconflicto la generalidad es que no desaparece la violencia, sino que cambia: de una violencia de alta intensidad y clásica entre agentes estatales, paraestatales y contraestatales, se pasa a una mucho más urbana, más difusa y que afecta ya no a la fuerza pública, sino a la sociedad civil, en el marco de negociaciones criminales. En nuestro caso lo que se espera es una potenciación de las bandas criminales y una exacerbación por el control de rutas de exportación y centros de producción de narcóticos. Debemos esperar también una disminución sostenida de acciones como tomas de pueblos, mutilaciones por minas antipersonas y confrontaciones. A cambio, lo que veremos es un aumento sostenido y dramático de secuestro, extorsión, fleteos, hurto a mano armada, criminalidad, etc.[5]
La causa estructural en éste caso es la falta de educación, la concentración de la tierra, la minería desmedida e irresponsable, la precarización de la niñez que produce delincuencia juvenil, la instrumentalización de los menos favorecidos, la expulsión de la ciudad a las periferias, la complicidad estatal con las bandas criminales y la institucionalización del paramilitarismo como fuerza de control del estado, justamente "fuera de control".
En el post acuerdo colombiano, se debe combatir en serio el paramilitarismo con una política de seguridad con enfoque social, promoviendo los micro-procesos de desarme e inclusión de jóvenes delincuentes en las comunas y brindando protección a defensores de derechos humanos. Promoviendo campañas de inclusión de la juventud y la niñez a una sana alimentación y a proyectos de impacto en deporte, arte y cultura que desintegren la motivación a la criminalidad.
A las mujeres se les debe proteger, atender y prevenir la violencia de género cómo parte de la construcción de paz. Más allá de la "sensibilización" se debe propender la independencia económica de las mujeres como mecanismo de "autoprotección" de la violencia machista.
El post conflicto nos trae muchos retos como sociedad, o buscamos la forma de inyectar vitalidad y conciencia a una sociedad corrompida por la guerra y el terrorismo de estado, o nos hundimos en una violencia aún mayor después de tener todo el ambiente propicio para conseguir la paz.
Que Sudáfrica nos sirva cómo lección para aprender y tomar la vía correcta.
Nota: en la próxima oportunidad analizaremos el caso CentroAmérica.
[3] http://www.ipsnoticias.net/2013/02/la-violencia-de-genero-estalla-en-la-mesa-de-los-sudafricanos/
[4] Guimón J.: "La complejidad sudafricana" en Papeles de cuestiones internacionales Nº 76 Invierno 2001/2002. Centro de investigación para la paz. Madrid.
[5] Luis Fernando Trejos Rosero, Abogado. Mg. en Ética Social y Desarrollo Humano. PhD en Estudios Americanos. Profesor e investigador de Uninorte, donde coordina la maestría de Rel. Internacionales. http://www.elheraldo.co/tinto-del-domingo/los-retos-que-plantea-el-posconflicto-171465
Claudia Yurley Quintero
Defensora DDHH
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